Warning: include_once(../negocio/radio_horario.php): Failed to open stream: No such file or directory in /home/c2081933/public_html/admin/datos/catalogo_radio_horarios.php on line 4 Warning: include_once(): Failed opening '../negocio/radio_horario.php' for inclusion (include_path='.:/opt/php8-1/lib/php') in /home/c2081933/public_html/admin/datos/catalogo_radio_horarios.php on line 4

Dan Brown vuelve con un nostálgico testimonio del poder de los libros

En El último secreto, el más reciente thriller itinerante y educativo de Dan Brown, encontrarás muchas frases asombrosas. Una que me llamó la atención aparece al principio del libro, al comienzo del capítulo 7: “La editorial de libros más grande del mundo, Penguin Random House, publica casi 20.000 libros al año y genera más de 5000 millones de dólares de ingresos brutos anuales”.

Se trata de una afirmación puramente factual —y hasta donde puedo determinar, precisa— y, por tanto, de un tipo particular de frase al estilo de Dan Brown.

Un chileno devuelve a Grecia un pedazo de un templo del siglo VI antes de Cristo

Por supuesto, hay otras variedades, incluyendo las que empiezan con un adverbio intenso (“imposiblemente”, “notablemente”, “convenientemente”); las que estallan en cursiva excitada; las que están totalmente en cursiva. Brown es ante todo un escritor de acción, y su héroe, Robert Langdon, está continuamente en intensa persecución de quién esté persiguiéndolo intensamente a él, ya sea en Florencia, Roma, Barcelona o cualquier otro destino turístico popular. Las casi 700 páginas de El último secreto recorren un día frenético, la mayor parte en Praga, durante el cual hay disparos, cerraduras forzadas, pasadizos ocultos y revelaciones impactantes. La trama hiperactiva se impulsa con una prosa hiperventilada.

Pero una aventura de Dan Brown también se impulsa con cierto tipo de combustible intelectual. Ya que Langdon es, de profesión, profesor (de simbología, en Harvard, por si necesitas que te lo recuerden), sus aventuras están salpicadas, o se podría decir que rellenas, de breves lecciones sobre un gran número de temas de historia, ciencia, filosofía e inmobiliaria. Para ser una obra de ficción, esta novela se muestra decididamente orgullosa de sus hechos:

“En 1889, poco después de que los funcionarios de la ciudad de Praga visitaran la Exposición Universal en París y vieran la impresionante torre de Gustave Eiffel, decidieron construir su propia Torre Eiffel “miniatura” en Praga.

Empresas como Neuralink, de Elon Musk, habían estado trabajando desde 2016 para desarrollar lo que se conocía como una interfaz H2M —humano a máquina—, un dispositivo que podría convertir datos obtenidos del cerebro en un código binario comprensible.

El puente George Washington es el puente vehicular más transitado del mundo".

Estas también son frases por excelencia de Dan Brown, enérgicamente didácticas y fácilmente comprobables, aunque su relevancia a veces es cuestionable. Es agradable encontrarse con un escritor dispuesto a hacer parte de tu búsqueda en Google por ti.

Pero volvamos a Penguin Random House, que resulta ser, a través de su sello Doubleday, la editorial de este mismo libro. En el mundo real, Brown es responsable de una fracción nada trivial de esos 5000 millones de dólares. En el universo de Dan Brown, PRH es responsable de varios libros de Robert Langdon (quien cuenta como “una de sus novelas favoritas” La fortaleza digital, nada menos que de Dan Brown). Y lo que es más importante, la empresa ha firmado un posible éxito de ventas de una tal Katherine Solomon, una científica noética cuya investigación de décadas sobre la conciencia humana ha demostrado más allá de toda duda que…

Alto. Retener información vital es uno de los trucos favoritos de Brown, así que antes de desglosar más la trama, debo decir que, para mí, El último secreto funcionó menos como un misterio impulsado por ideas o como un ejercicio de porno de viajes y más como un nostálgico testimonio del poder de la palabra impresa.

Un libro, según este libro nos invita a creer, tiene el potencial de cambiar el mundo. Y también de hacer que la gente muera. En una época en la que a veces parece que la lectura está en declive terminal y que los libros han cedido influencia a los artículos en forma de lista, los pódcast y el video, resulta alentador tomar un volumen gordo que se atreve a insistir en lo contrario.

Katherine, compañera de Langdon en El símbolo perdido (2009), ahora ascendida a interés amoroso de pleno derecho, ha creado un manuscrito que promete sacudir nuestras suposiciones fundamentales sobre la conciencia, la muerte y la propia realidad. Según ella, nuestros cerebros no son entidades cognitivas autónomas, sino portales hacia una mente universal. Basada en la neuroquímica, su teoría aborda experiencias extracorpóreas, la vida después de la muerte, la precognición, las personalidades múltiples, la parapsicología y todo tipo de fenómenos relacionados que un escéptico podría tachar como charlatanería.

Langdon, que se encuentra en Praga como acompañante de Katherine en una conferencia sobre su gran teoría (se alojan en una suite del Four Seasons), ha superado su escepticismo. No es el único. El libro que Katherine está a punto de publicar se encuentra en el centro de un torbellino conspirativo en el que están implicados un científico rival, un cerebro criminal y sus matones, funcionarios gubernamentales tramposos, un policía deshonesto de Praga y un gólem.

O, más precisamente, el Golěm, como se transcribe correctamente el nombre del personaje. El cuidado puesto en conservar ese signo diacrítico es en sí mismo un homenaje a los antiguos valores de la impresión.

El Golěm es un recurso habitual de Brown: un vengador dañado y casi monstruoso, a la vez lastimoso y feroz, un comodín irracional en una historia dominada por la fría lógica de científicos y burócratas. Además, el Golěm ancla la narrativa a la extraña historia de la Europa premoderna, que para Brown ha sido desde siempre una fuente fértil (y rentable) de misterio y significado.

Esta vez, desafortunadamente, se hace menos hincapié en las tinieblas del pasado —masones o templarios, Da Vinci o Dante, paganos o papas— y más en un futuro difuso de conciencia universal despierta. La investigación de Katherine sobre la naturaleza de la mente es tan trascendental que hay personas poderosas decididas a destruir cada copia física y digital de su manuscrito. Pero cuanto más aprendemos sobre el contenido de su libro, más parece todo una exageración. Y a medida que la novela de Brown avanza hacia su elaborado clímax, sus efusiones (y las de Langdon) sobre el progreso neurotecnológico que nos espera suenan sorprendentemente desconectadas del angustioso y apocalíptico presente.

Y, sin embargo, me resulta difícil criticar con demasiado rigor un libro que cree tan fervientemente en la importancia de los libros, y, también, en la investigación científica, el prestigio académico y los hoteles de lujo. Quizá sea mejor leer El último secreto como el artefacto de una civilización perdida, una evocación brumosa de una gloria literaria desaparecida. Me hizo sentir nostalgia por una época dorada en la que una sola obra escrita podía no solo vender millones de ejemplares, sino también galvanizar la opinión pública, generar furiosos debates y hacer girar la historia unos cuantos grados sobre su eje. En otras palabras, me hizo sentir nostalgia por El código Da Vinci.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/dan-brown-vuelve-con-un-nostalgico-testimonio-del-poder-de-los-libros-nid11092025/

Comentarios

Comentar artículo